Diez libros de divulgación científica que hacen sencillo lo complejo
En los últimos años se han popularizado los cursos online, los tutoriales en vídeo y las plataformas de aprendizaje, pero cuando uno quiere aprender de verdad no hay opción mejor que armarse de unos buenos libros de divulgación científica como los que aquí reseñamos.
Porque un libro permite un aprendizaje pausado, a ritmo, y además, si está bien escrito y el autor es capaz de ponerse en la posición del neófito, si tiene una buena capacidad de síntesis y sabe poner ejemplos para ilustar explicaciones complejas, si es capaz de ilustrar los procesos que han llevado a los científicos a averiguar lo que saben y no trata al lector con condescendencia, entonces un libro de divulgación científica es poco menos que una maravilla.
Cuando era niña […] aunque leer era una de mis aficiones favoritas, los libros sobre ciencia solían parecerme más remotos o menos incitantes […] El tono parecía siempre un tanto condescendiente con los lectores, demasiado laudatorio con los científicos, o aburrido. Me daba la impresión de que los autores más bien envolvían de misterio los resultados o que glorificaban a los hombres que los descubrieron, en vez de describir la ciencia tal como es, así como el proceso mediante el cual los científicos realizaron sus conexiones. Y era ésta, precisamente, la parte que de verdad me interesaba conocer.
Afortunadamente, esto que dice Lisa Randall ha cambiado. Hoy, los libros de divulgación científica no vienen escritos por semidioses que se expresan en lenguajes arcanos, sino por periodistas bien informados o por grandes científicos que, como Leon Lederman o la propia Lisa Randall, se acercan a la gente y explican sus logros como lo haría cualquier trabajador apasionado por su trabajo.
Los libros que citamos a continuación tratan temas de una enorme complejidad, pero lo hacen de forma lo suficientemente sencilla como para que cualquiera pueda entender lo suficiente para situarse y poder estar al tanto de lo que la ciencia tiene que decirnos.
"Nada existe, excepto átomos y espacio vacío; lo demás es opinión", dijo Demócrito hace más de dos mil años. Hoy día vivimos rodeados de opinión, manipulación y gritos. Lo mejor que podemos hacer es informarnos de verdad: escuchar a la ciencia.
Índice
Universos ocultos, de Lisa Randall
Lisa Randall empieza su libro con una frase reveladora: "El universo tiene sus secretos". Y vaya si los tiene.
Con la idea de revelar esos secretos, y asumiendo que tiene ante ella "un lector inteligente que siente interés por el tema y que, con la mente abierta, desea saber cómo son, de verdad, las cosas", inicia un viaje de casi setecientas páginas hacia el increíble –porque esa es la palabra justa– mundo de las dimensiones ocultas y los universos paralelos.
Como esta es una idea desconocida para muchos, y contraintuitiva para la mayoría, la autora inicia cada capítulo explicando cómo pueden existir esos mundos, aun siendo invisibles e intangibles.
Si la teoría de cuerdas es la descripción correcta de la naturaleza, y hay nueve dimensiones espaciales (más una temporal), ¿qué ha pasado con las seis dimensiones espaciales que faltan? ¿Por qué no son visibles? ¿Producen algún impacto discernible en el mundo que vemos?
El tema es apasionante. Piensa que quizá habitemos en un mundo mucho más rico de lo que parece, que quizá todo lo que vemos, oímos y sentimos sólo sea un pequeña parte de lo que hay en realidad. Ahora elimina el piensa y el quizá de la oración anterior. Dalo por seguro, como lo hacen ya muchos científicos. ¿No te interesa saber más? Seguro que sí.
Si el tema te parece árido y difícil, no te preocupes. El libro de Randall es serio y profundo, pero muy divulgativo. Está pensado para lectores que no saben nada de física teórica. La autora, que fue la primera mujer física teórica en el MIT y en la Universidad de Harvard, lo ha llenado de historias que ilustran las explicaciones con una narrativa ágil. Las páginas van cayendo como si de una novela se tratara.
La campaña de desinformación empezó en la cuna, que fue la que nos presentó por primera vez las tres dimensiones espaciales. Éstas eran las dos dimensiones en las que gateábamos, más la restante en cuya dirección trepábamos. Desde entonces, las leyes físicas —por no hablar del sentido común— han reforzado la creencia en la existencia de tres dimensiones, sofocando cualquier sospecha de que pudiera haber más.
Randall defiende que “a la ciencia la hacen interesante no sólo las respuestas que da, sino también los juegos y los enigmas", los procesos, los caminos. Y para que el lector pueda disfrutar de esos caminos –tan sinuosos– por los que se mueve el libro, la autora se lo lleva de viaje por toda la historia de la física del siglo XX, desde la relatividad general a la física de partículas y la teoría de cuerdas.
Así que doble ganancia: lee estos Universos ocultos de Randall (autora también de libros de la misma calidad sobre la materia oscura y el colisionador de hadrones) y no sólo te habrás iniciado en el maravilloso mundo de los universos paralelos, sino que habrás salido con un conocimiento amplio sobre los conceptos más avanzados de la física. Merece la pena, no lo dudes.
Pensar rápido, pensar despacio, de Daniel Kahneman
Muchos aficionados a la literatura se sorprendieron cuando, en el año 2016, la Academia sueca otorgó el Premio Nóbel en dicho ámbito a Bob Dylan. ¡Pero si es músico!, decían. Y en realidad, no fue la primera vez que sucedió algo así. Ya en 2002, el Premio Nóbel de Economía había ido a parar a un psicólogo, el israelí Daniel Kahneman, «por haber integrado aspectos de la investigación psicológica en la ciencia económica, especialmente en lo que respecta al juicio humano y la toma de decisiones bajo incertidumbre».
El ámbito de estudio de Kanheman es, dicho en resumidas cuentas, averiguar cómo pensamos. En ello llevaba ya toda una vida cuando decidió publicar un libro divulgativo para explicarlo, un libro titulado Pensar rápido, pensar despacio, que es un perfecto resumen no sólo de su contenido sino del funcionamiento del cerebro. No es que unos piensen más rápido que otros; en realidad, todos utilizamos esos dos modos de pensar, que en psicología se conocen como Sistema 1 y Sistema 2. El primero es rápido, automático y se activa casi sin esfuerzo. El segundo es lento, esforzado y requiere toda nuestra concentración.
Normalmente es fácil y realmente muy agradable pasear y pensar al mismo tiempo, pero llevadas al extremo, estas actividades parecen competir por los recursos limitados del Sistema 2. El lector puede confirmar esta demanda con un sencillo experimento. Mientras pasea cómodamente con un amigo, pídale que calcule 23 × 78 mentalmente, y que lo haga inmediatamente. Es casi seguro que se pare en seco. Mi experiencia me dice que puedo pensar mientras paseo, pero no puedo embarcarme en un trabajo mental que impone una pesada carga a la memoria a corto plazo.
El libro de Kahneman, plenamente divulgativo, está repleto de ejemplos de este tipo. Leerlo te armará con una nueva capacidad para descubrir patrones de pensamiento en tus interacciones sociales. Puede que este libro, incluso, te haga entender mejor el extraño mundo que nos rodea.
El teorema de Godel, de Ernst Nagel
En 1931, un joven matemático publicó un artículo en una publicación científica alemana. El artículo llevaba por título un sintagma tan espectacular como confuso: "Sobre las proposiciones formalmente indecidibles de los Principia Mathematica y sistemas conexos". Nada pasó aquel año: fueron pocos los que lo leyeron y muchos menos los que lo entendieron.
Poco a poco, eso fue cambiando. Su autor se llamaba Kurt Godel y siete años después de la publicación de aquel artículo ya era miembro permanente del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Princeton. Veintiún años después, la Universidad de Harvard lo invistió como doctor honoris causa.
A esas alturas todo el mundo de la ciencia había leído "Sobre las proposiciones formalmente indecidibles…", y los que lo habían entendido, que aún no eran todos, alababan a Godel como a un Dios sobre la tierra. El artículo habla de lógica, se acerca tanto a la ciencia como a la filosofía y sus conclusiones hicieron posible algunos de los más importantes desarrollos de la informática del siglo XX. Es un texto de cabecera tanto para los más avezados teóricos de la inteligencia artificial como para los más románticos defensores de la inteligencia humana.
El teorema indica que la estructura y la potencia de la mente humana son mucho más complejas y sutiles que cualquier máquina inerte existente hasta el momento. La misma obra de Gödel constituye un notable ejemplo de esa sutileza y complejidad. Es un motivo no para el desaliento, sino para una renovada apreciación de los poderes de la razón creadora.
El teorema de Godel era hasta hace poco incognoscible para quien no fuera experto en el lenguaje matemático. Hoy, gracias al libro de Nagel y Newmann, un lector sin esa base por fin puede entenderlo. Estamos ante unas de las cumbres de la divulgación, ante un libro cuyo único objetivo es que el lector entienda el teorema. En ese sentido el libro es como uno de esos sherpas que ayudan a simples aficionados al alpinismo a subir el Everest. El libro es un curso lleno de ejemplos, como un tutorial que va poco a poco desentreñando el misterio. El lector debe mantenerse atento y poner su cerebro a trabajar; si lo hace, habrá alcanzado una cima selecta y, hasta hace poco, inalcanzable.
Agujeros negros y tiempo curvo, de Kip Thorne
Acababa de dar mi última clase del año académico 1984-1985 y me estaba hundiendo en el sillón de mi despacho para dejar reposar la adrenalina cuando sonó el teléfono. Era Carl Sagan, un astrofísico de la Universidad de Cornell y amigo personal de tiempo atrás. «Siento molestarte, Kip —dijo—. Pero estoy a punto de acabar una novela sobre el primer contacto de la raza humana con una civilización extraterrestre, y estoy preocupado. Quiero que la parte científica sea lo más exacta posible, y temo que haya podido cometer algún error en la física de la gravedad. ¿Querrías echarle un vistazo y aconsejarme?.
Si Carl Sagan, uno de los grandes nombres de la divulgación científica, acudió a Kip Thorne para que revisara la exactitud científica de su novela, entonces Kip Thorne debe saber algo de esto.
Lo mismo pensó Christopher Nolan cuando estaba trabajando en el guión de Interstellar. La película protagonizada por Matthew McConaughey no sólo es uno de las mejores films de ciencia ficción, sino también uno de los más verosímiles, y eso a pesar de que plantea hipótesis arriesgadas y trata un tema del que poco se sabe, los agujeros negros. Precisamente, el campo de excelencia de Kip Thorne (que escribió un libro sobre la ciencia de la película, de momento en inglés), y también su pasión:
De todas las ideas concebidas por la mente humana, desde los unicornios y las gárgolas a la bomba de hidrógeno, la más fantástica es, quizá, la del agujero negro: un agujero en el espacio con un borde perfectamente definido en cuyo interior puede caer cualquier cosa y de donde nada puede escapar; un agujero con una fuerza gravitatoria tan intensa que incluso la luz queda atrapada en su poder; un agujero que curva el espacio y distorsiona el tiempo.
Como dice Stephen Hawking en el prólogo, la historia de los agujeros negros es fascinante porque fueron imaginados por la mente humana mucho antes de ser descubiertos. Primero fueron una proyección teórica, luego se buscaron y, finalmente, se encontraron y se demostró su existencia.
Thorne, que logró el Premio Nóbel de Física en 2017, lo cuenta todo en el libro, y por el camino se permite el lujazo de escribir un prólogo que parece una novela de ciencia ficción. Una verdadera novela corta, con varios capítulos, en el que una nave, como la de Interstellar, se aproxima a un gigantesco agujero llamado Gargantúa. Y más adelante hace un recorrido por la historia de la ciencia tan erudito como divertido, con especial atención al papel protagonista de Albert Einstein:
Einstein no hacía nada por mejorar las cosas con su actitud displicente hacia los programas de estudio. «Uno tenía que empollarse todo ese material para los exámenes, le gustase o no», dijo más tarde. Su profesor de matemáticas, Hermann Minkowski […] estaba tan harto de la actitud de Einstein que le calificó de «zángano».
El libro de Thorne es varios libros en uno, y todos son igual de entretenidos. Igual que Randall en sus Universos ocultos, habla de una idea que se nos hace difícil no ya entender sino imaginar. Y al igual que El gen egoísta de Richard Dawkins, del que enseguida hablaremos, su contenido parece ciencia ficción, pero es únicamente ciencia.
El gen egoísta, de Richard Dawkings
Dice Dawkins al comienzo del libro que El gen egoista "debiera ser leído casi como si se tratase de ciencia-ficción", porque su objetivo es apelar a la imaginación. Pero esta vez es ciencia, "más extraña que la ficción."
Richard Dawkins es sin duda uno de los grandes nombre de la divulgación científica. Autor de Evolución, El relojero ciego o El espejismo de Dios, todos ellos éxitos de ventas, su gran obra sigue siendo El gen egoísta, un libro que no sólo divulgó en su día la teoría de la selección natural sino que cambió por completo la forma de hacer divulgación. Nada fue igual en los libros de texto después de 1976, y la culpa la tuvo Dawkins, uno de los primeros divulgadores en interesar al gran público en temas hasta entonces recluídos en las universidades.
La teoría darwiniana de la evolución por la selección natural es satisfactoria, ya que nos muestra una manera gracias a la cual la simplicidad pudo tornarse complejidad, cómo los átomos que no seguían un patrón ordenado pudieron agruparse en modelos cada vez más complejos hasta terminar creando a las personas. Darwin ofrece una solución, la única razonable entre todas las que hasta este momento se han sugerido, al profundo problema de nuestra existencia.
Ese profundo problema, esos átomos agrupados de un modo cada vez más complejo, es el asunto principal del libro. ¿Cómo funciona la selección natural? ¿Por qué se produce? Y sobre todo, ¿cómo nos afecta?
¿Compensará siempre a la madre tratar a todos sus hijos de igual manera, o acaso podría tener favoritos? ¿Debería la familia funcionar como un todo cooperativo único, o debemos suponer egoísmo y engaño aun dentro de la familia? ¿Trabajarán todos los miembros de una familia para lograr el grado óptimo, o «estarán en desacuerdo» acerca de cuál es dicho grado óptimo?
Preguntas y más preguntas que en el libro encuentran respuestas y más respuestas. Pero no sólo de biología habla Dawkins. Para escarnio de los que separan tajantemente entre ciencias y letras, afirma que “la mayoría de las características que resultan inusitadas o extraordinarias en el hombre pueden resumirse en una palabra: cultura”, y a continuación elabora su exitosa teoría de los memes.
¿Qué hay en la idea de un dios que le da estabilidad y penetración en el medio cultural? El valor de supervivencia del meme dios en el acervo de memes resulta de la gran atracción psicológica que ejerce. Aporta una respuesta superficialmente plausible a problemas profundos y perturbadores sobre la existencia. Sugiere que las injusticias de este mundo serán rectificadas en el siguiente.
En definitiva, El gen egoista no es un libro de divulgación científica más, sino un clásico del pensamiento y de la literatura.
S=EX2: La ciencia del sexo, de Pere Estupinya
No deja de ser paradójico que el sexo sea uno de las activiades que más nos interesa, y que sin embargo sea también una de los ámbitos que la ciencia tenga más reparos en explorar.
Pere Estupinya, el autor del también exitoso El ladrón de cerebros, reúne aquí el mérito de explicar todo el conocmiento científico relacionado con el sexo. No lo hace desde la perspectiva de una única ciencia, sino que se adentra en las enseñanzas de la biología, la química o la sociología para hacer que el lector entienda dónde se encuentra hoy día la investigación.
Existen dos grandes misterios en la naturaleza sexual de las mujeres, por lo menos para los psicólogos evolucionistas […] El primer misterio es por qué las mujeres sienten deseos de aparearse fuera del período de ovulación. Por placer, claro, pero casi ninguna otra especie lo hace. Si lo pensamos bien, la selección natural no debería permitir que las mujeres sientan ansia de invertir tanta energía y riesgos cuando no hay posibilidad reproductiva.
A la evolución dedica Estupinya un capítulo excelente (en el que, sí, responde a lo anterior), que culmina una serie capítulos teóricos dedicados a la biología. Luego explora temas como lo mononagamia, los fetichismos, el sadomasoquismo, la homosexualidad y un sinfín más. El lector aprenderá que "los comportamientos homosexuales (o, como mínimo, bisexuales) han sido descritos en más de mil quinientas especies animales", que "la cornamenta del alce es un clásico ejemplo de dimorfismo sexual" o que "la señal de una suave caricia en la nuca viaja hacia el cerebro por los mismos nervios que si de repente se convierte en un arañazo".
La ciencia del sexo es un libro divertido y estimulante, útil tanto para aprender como para evitar todo tipo prejuicios.
El universo elegante, de Brian Greene
Brain Green expone en El universo elegante un problema que ha afectado a la física durante todo el siglo XX y lo que llevamos del XXI. Esta disciplina está dividida en dos mundos o en dos teorías. Los dos se han demostrado correctos y sus estudiosos, a estas alturas, han llegado a conocerlos muy bien. El primero es el mundo de la relatividad general. El segundo es el mundo de la mecánica cuántica. El problema es que estos dos mundos se contradicen. O, por lo menos, a día de hoy no parecen compatibles.
Y eso no puede ser. Los físicos tienen que encontrar una respuesta única, que una respuesta que lo explique todo. El universo no puede ser caótico o desordenado; tiene que ser elegante. Como la música.
Desde hace mucho tiempo, la música ha proporcionado las metáforas elegidas para referirse a los problemas relativos al cosmos
El avance más prometedor ha sido la aparición de la teoría de las supercuerdas, estudiada también por Lisa Randall. Muy por debajo del nivel de los átomos, las moléculas y los quarks hay, según los defensores de esta teoría, una vibración continua de minúsculas cuerdas que son las responsables de todos nuestros misterios.
Con el descubrimiento de la teoría de las supercuerdas, las metáforas musicales adoptan un realismo sorprendente, ya que esta teoría sugiere que el paisaje microscópico está cubierto por diminutas cuerdas cuyos modelos de vibración orquestan la evolución del cosmos. Los vientos del cambio, según la teoría de las supercuerdas, soplan en ráfagas a través de un universo eólico.
Que la teoría de las supercuerdas se demuestre cierta parece cada vez más plausible. Lo que no necesita demostración es que Brian Greene es el divulgador científico más elegante (precisamente) y el que mejor se expresa por escrito. En las antípodas de científicos de gran mérito pero pobre prosa –como el célebre Stephen Hawking–, Greene aborda problemas complejos pero los ilumina con una narración imaginativa y precisa.
Quien se quede con ganas de más puede abordar la lectura de su otra gran obra, El tejido del cosmos, un verdadero tratado de física que aborda cuestiones aún más áridas para el neófito, pero desde la misma cualidad divulgativa.
La partícula divina, de Leon Lederman
Si Brian Greene es elegante y creativo en sus explicaciones, Leon Lederman es tremendamente divertido. Hablan casi de lo mismo: mientras aquél aborda la teoría de las cuerdas, Lederman se centra en algo un poco más preciso: el bolsón de Higgs, cuyo estudio puede arrojar respuestas definitivas a la búsqueda de esa teoría del todo que con tanto ahínco buscan los físicos.
Lederman, que siempre aparece con la cabellera al viento y la expresión de científico loco pero entrañable, empieza su libro con un Dramatis Personae en el que presenta a los extraños personajes que pueblan su libro: el átomo, el quark, el neutrimo y compañía. Los conoce bien, pues en 1988 recibió el Premio Nóbel de Física por su estudio de los neutrinos. Luego nos lleva de viaje por la historia de la física, pero no empieza con Einstein ni con Newton sino con Demócrito, que fue el primero en hablar de la existencia de los átomos.
Nada sabemos del universo antes de que llegase a la madura edad de una mil millonésima de una billonésima de segundo, es decir, nada hasta que hubo pasado cierto tiempo cortísimo tras la creación en el big bang. Si leéis o escucháis algo sobre el nacimiento del universo, es que alguien se lo ha inventado. Estamos en el reino de la filosofía. Sólo Dios sabe qué pasó en el Principio Mismo (y hasta ahora no se le ha escapado nada).
Así es todo, desenfadado. Lederman lo mismo trae a colación la relación de la moderna física de partículas con un pasaje del Antiguo Testamento que pone de ejemplo la parábola de un balón en un campo de fútbol. Y el lector no experto en neutrinos lo agradece, porque con Lederman aprenderá mucho y además se lo pasará muy bien.
El cuerpo humano: Guía para ocupantes, de Bill Bryson
Hace mucho, cuando cursaba los primeros años de secundaria en una escuela estadounidense, recuerdo que un maestro de biología me enseñó que todas las sustancias químicas que componen un cuerpo humano podían comprarse en una droguería más o menos por unos 5 dólares.
Y llegamos al autor más popular de libros de divulgación científica. Si Brian Greene destaca por la elegancia de su prosa y Leon Lederman por su tono desenfadado, Bill Bryson es la mezcla perfecta entre ambos. Sus libros se leen como quien oye llover, sin esfuerzo, casi sin que uno se dé cuenta. Si Bryson escribiera un libro con consejos de escritura, estaría en nuestra lista de libros para aprender a escribir. Es un maestro de la escritura invisible.
Con frecuencia se compara el cuerpo con una máquina, pero en realidad es mucho más que eso: trabaja las veinticuatro horas del día durante décadas sin neceisdad (en su mayor parte) de un mantenimiento regular o la instalación de piezas de repuesto; funciona con agua y unos cuantos compuestos orgánicos; es suave y bastante bonito; resulta convenientemente móvil y flexible; se reproduce con entusiasmo; cuenta chistes, siente afecto, y sabe apreciar una encendida puesta de sol y una refrescante brisa. ¿Cuántas máquinas conoce que sean capaces de hacer algo de eso? […] ¿Y cómo celebramos ese esplendor de nuestra existecia? Bueno, la mayoría de nosotros haciendo el mínimo ejercicio y comiendo al máximo.
Pero lo mejor es que también es un maestro de la divulgación sencilla y rigurosa. Utiliza miles de anéctodas, historias y comparaciones, pero en su libro no hay nada de relleno. Toda anécdota tiene un propósito. Toda historia explica un concepto importante o empuja hacia adelante la narración. Ya lo ha demostrado con otros libros divulgativos, como En casa, un recorrido por la historia de las distintas habitaciones de una casa para explicar modos de vida y costumbres; o en Una breve historia de casi todo, su particular historia de las ciencias naturales, que fue un superventas en todo el mundo.
En su último libro, que acaba de llegar a las librerías y está dedicado a la biología del cuerpo humano, nos lleva de viaje primero por todas las partes del cuerpo: el cerebro, el corazón, la sangre, los pulmones, y luego explora el funciomiento del sueño, la alimentación, la respiración, las enfermedades o el sexo. Todo con ese tono ágil y certero que uno desería que tuvieran los libros de texto. Y sin perder nunca de vista el rigor científico.
Gödel, Escher, Bach: un Eterno y Grácil Bucle, de Douglas Hofstadter
¿Recuerdas a Godel? Hablamos de él un poco más arriba. El brillante joven alemán que estremeció los mundos de la lógica y la matemática del siglo XX, el que abrió las puertas al desarrollo de la informática con su célebre teorema.
Douglas R. Hofstadter es otro brillante científico cuyo cerebro se sintió espoleado el día que leyó y comprendió el teorema de Godel. Tanto es así que se animó a escribir una obra genial –e indescriptible– en la que pone dicho teorema en relación con los grabados de Escher y las fugas de Bach.
Con el grandioso subtítulo de Un eterno y grácil bucle, Hotstadter plantea un recorrido sugestivo y sorprendente en el que demuestra un conocimiento erudito de las matemáticas, la física, la biología, la psicología y el lenguaje.
Para dar idea de lo extraordinario que es una fuga a seis voces, baste decir que en todo el Clave bien temperado de Bach, constituido por cuarenta y ocho preludios y cuarenta y ocho fugas, sólo dos de las fugas están hechas a cinco voces, y no hay ni una sola a seis. La tarea de improvisar una fuga a seis voces podría compararse, por decir algo, a la de jugar con los ojos vendados sesenta partidas simultáneas de ajedrez y ganarlas todas. Improvisar una fuga a ocho voces está francamente por encima de las capacidades humanas.
El libro entero es un vaivén que va de la relación entre Federico el Grande y Juan Sebastián Bach al diálogo figurado entre Aquiles y la Tortuga, y de ahí al análisis minucioso de teoremas lógicos y ecuaciones matemáticas. Es divulgación, casi podríamos decir, de todas las ciencias a la vez. Un libro verdaderamente único.
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